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Efectos del alcohol sobre el cerebro del adolescente

 

Adolescentes y alcohol:

Los adolescentes se inician en el consumo de alcohol a los 13,8 años, antes de probar su primer cigarrillo, precisa el último estudio de la Estrategia Nacional sobre Drogas. Si bien el consumo excesivo de cerveza, vino y destilados es perjudicial para la salud, en el caso de los adolescentes es peor porque tiene efectos más considerables en el cerebro, órgano que se encuentra en pleno proceso de desarrollo y que lo seguirá estando hasta los 20 años.
En la adolescencia el cerebro se encuentra en una fase de “poda neuronal”, que implica que las neuronas que no se consolidan se eliminan. O sea, el cerebro ‘elige’ aquellas que son más eficaces para transmitir información.

Para ello las neuronas atraviesan un proceso conocido como mielenización, que es una sustancia que recubre los axones (prolongaciones por las que circulan los impulsos nerviosos).
El alcohol no mata las neuronas, como dice el tópico, pero sí que perjudica el desarrollo de estas sinapsis, las conexiones que se encargan de reforzar funciones como la memoria y el razonamiento lógico.

Impacto en el comportamiento y la memoria:

Los estudios realizados con ratas en laboratorio permiten inferir qué otros efectos tiene el consumo desmedido del alcohol en los cerebros de los adolescentes. En los ejemplares juveniles se descubrieron daños considerables en el córtex prefrontal.
Los procesos neomadurativos en esta zona se extienden hasta los 30 años, y el impacto del alcohol tiene “importantes repercusiones en funciones cognitivas”, como la planificación, la toma de decisiones, el control del comportamiento, la memoria de trabajo y los procesos de atención, detalle Fernando Cadaveira Mahiá, catedrático de Psicobiología en el Departamento de Psicología Clínica y Psicobiología de la Universidad de Santiago de Compostela. Según precisa este experto, el abuso de alcohol se asocia con que el córtex prefrontal tenga un menor volumen, una consecuencia que llegará a la adultez.

El delicado hipocampo:

Otra zona vulnerable es el hipocampo, una estructura que ayuda a la formación de la memoria, y en donde las células de las ratas analizadas aparecen con un desarrollo atrofiado, incapaz de funcionar al 100%.
En realidad el alcohol, y sobre todo entre los adolescentes, “afecta a todo el cerebro, porque las vías que lo conectan sufren por estar dañas por un proceso de desmineralización, y comunican peor”, detalla Cadaveira.
La alegría por el alcohol tiene consecuencias:
El alcohol produce desinhibición, y muchos adolescentes beben porque en plena etapa de socialización pueden aparcar sus temores e integrarse más fácilmente con sus pares. Pero otra de las consecuencias es que esta supuesta liberalización significa una hiperactividad para el cerebro, “donde hay mucho gasto de energía y poco rendimiento”. En los estudios con ratas, se midió la estimulación del hipocampo, y se comprobó que una excesiva carga de ellos satura al cerebro, por lo que el aprendizaje se ralentiza.

Todo es cuestión de equilibrio: para poder recibir información, procesarla y guardarla como aprendizaje, tiene que haber un balance entre estímulos e inhibiciones: la descompensación hacia una de estas acciones altera el proceso.

La puerta a otras adicciones:

“Con el alcohol se modifica la estructura que define el sistema de premios y castigos, lo que atrae y lo que se rechaza”, detalla el catedrático. Por ello el cerebro necesita más estímulos y es la puerta de entrada a otras adicciones, como el cannabis y las drogas más duras, “que multiplican los efectos negativos del alcohol”.
La sensibilidad que tiene el hipocampo en su proceso de desarrollo lleva a que el consumo de bebidas en exceso perjudique la formación de memoria. Los adolescentes que acumulaban al menos 100 episodios de consumo intenso y en un breve período de tiempo, obtuvieron peores rendimientos en tests de aprendizaje, memoria y funcionamiento visuoespacial.

Según Cadaveira, otras pruebas revelan que las personas que tuvieron una adolescencia marcada por excesos acarrean un bajo desempeño académico incluso cuatro años después de haber dejado de beber con intensidad.

Consecuencias sociales:

Además de las consecuencias con el aprendizaje, la memoria y los procesos cognitivos, también hay consecuencias sociales. Una persona que se inicia a edades tan tempranas en el alcohol y que deriva en problemas cognitivos pierde oportunidades de desarrollo profesional, social y afectivo.
“La recomendación es clara: los adolescentes no deberían consumir hasta la mayoría de edad. No es un tema de moralina o de carnet, es porque están en pleno desarrollo y en esas edades es cuando son más vulnerables”, precisa. Si se trata de establecer un límite de edad Cadaveira sugiere que hasta los 21 años se demore el consumo de las bebidas más fuertes, como el whisky, el ron o el vodka que se suelen combinar con refrescos.
“El alcohol es como una lotería macabra para el cerebro: la vulnerabilidad de las personas es distinta, pero con un consumo excesivo se tienen todos los boletos para que haya consecuencias futuras”, agrega.

Leer artículo original de La Vanguardia.